El placer de dar placer
- Sergio Belver
- 14 mar 2017
- 2 Min. de lectura
De vez en cuando me sucede algo. Algo que cambia mi rutina y no entiendo muy bien el porqué nunca. Es como una especie de sensación de estar flotando, guiado por algo que te lleva de la mano, como esa sensación como cuando eres pequeño de que de la mano de tus padres no te pasará nada.
He pasado por este tipo de etapas en mi vida, reconozco que soy alguien con un pensamiento bastante romántico, ya sea de cualquier tipo de sexo o etnia, me gusta lo que conlleva la palabra amar. No me gusta la palabra amor, pues pienso que es algo que no te libera sino que te encierra en un algo muy turbio de lo que es difícil salir.

A menudo me pasa lo típico que nos pasa a todos. Ves a una persona por la calle o por el metro y os quedáis mirándoos por unos segundos, como buscando una especie de entendimiento entre la situación de los dos. Dos completos desconocidos intentando entenderse, ¿curioso no?
Tengo un punto cariñoso muy fuerte en mi vida, como producto supongo de varias carencias afectivas que no tienen que ver con las personas con las que estuviese en ese momento, sino más bien con autoafecto por así decirlo. He descubierto poco a poco lo que me gusta no juzgar a la gente, intento siempre tratar a todos por igual, aunque sean las otras personas las que directamente desde el inicio te rechacen. Entiendo como algo estúpido ese proceso por el cual sino conoces a una persona, la prejuzgas. Que estupidez vaya.
Con lo que quería llegar realmente a este post y que siempre acabo divagando es que necesitamos más vínculos afectivos, necesitamos esa brisa de aire fresco por la cual aunque no nos caiga bien una persona, no tenemos que autodestruir el mundo. Supongo que tengo un pensamiento muy friendly en ese sentido, pero necesito como persona que quiere conocer a más y más gente entre otras cosas por trabajar, tener conexiones. Y ese tipo de conexiones van mucho más allá del sexo, de la etnia, de la clase social, de las idas de olla o de la personalidad.
Tengo un carácter fuerte porque tengo claro lo que quiero desde casi que era un niño, pero entiendo perfectamente que no es necesario sacarlo siempre que hables con una persona. Soy muy noble, una antigua compañera de colegio lo dijo en su momento. Si tengo que hacer daño, como todos sé como hacerlo, todos sabemos perfectamente como sacar nuestra parte mala en la vida, es obvio. Hay muchas cosas que no entiendo en este mundo, e intento combatirlas y cambiarlas.
Pero de este mundo me quedo con una cosa que me encanta, y es cuando una persona mira a otra, y se sonríen. Congelaría ese momento cada vez que lo viviese o simplemente pudiese disfrutar viéndolo. No hay nada para mí que se le pueda equiparar. No hay mayor placer que un cruce de miradas donde se dejan atrás los rencores para sólo ver humanidad.
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